“Custodia”, del latín “custodia/custodiae”: guardar, conservar, respetar, cuidar. Cuidar el patrimonio natural y cultural de los paisajes humanos del Mediterráneo, ha sido desde los orígenes la razón de ser de Trenca. Para lograrlo, nos valemos de una poderosa herramienta colaborativa que nos permite cuidar esos paisajes y la biodiversidad que ha prosperado en ellos: la custodia del territorio.
Muchas de nuestras iniciativas se sostienen gracias a acuerdos de custodia con propietarios y agentes locales, contratos totalmente voluntarios que nos permiten actuar para conservar especies y ecosistemas únicos. A fecha de 2019, tenemos vigentes un total de 12 acuerdos que abarcan 1.066,8 hectáreas, muchas de ellas en espacios de la Red Natura 2000.
El dato aparece registrado en el Inventario de la custodia del territorio en Cataluña de 2019, una exhaustiva revisión que cada dos o tres años publica la Xarxa per a la Conservació de la Natura (XCN), de cuya junta rectora formamos parte.
En el inventario se recogen algunos datos llamativos, como que tan solo el 10,6% de la superficie “custodiada” es del ámbito agrario o ganadero. Y eso, pese a que los hábitats de ambientes agrícolas, prados y matorrales son los más amenazados: según el Informe de aplicación de las directivas Hábitats y Aves en Cataluña para el periodo 2013- 2018 de la Generalitat, más del 35% está retrocediendo.
Desde Trenca trabajamos para favorecer la coexistencia entre las actividades humanas y la biodiversidad, y por ello nuestros acuerdos de custodia tienen precisamente el foco en estos espacios tan frágiles y amenazados. Amenazados por la creciente intensificación agrícola, que empobrece los campos, y también por el abandono del mundo rural y las prácticas tradicionales que permitieron prosperar a esa biodiversidad única.
Gracias a la custodia, recuperamos olivares centenarios en las estribaciones del Parque Natural del Montsant para producir un aceite de oliva virgen extra único, ‘Salvatge’, en colaboración con los agricultores locales. O fomentamos prácticas agrarias sostenibles y actuaciones de mejora del hábitat, como el mantenimiento de barbechos o linderos, en las últimas áreas de cría del alcaudón chico. O mantenemos, con la ayuda de pastores y ganaderos, una red de muladares (puntos de alimentación suplementaria, PAS) donde especies amenazadas como el buitre negro, el quebrantahuesos o el alimoche pueden alimentarse de forma segura.
Tampoco dejamos de lado a la biodiversidad más desatendida, como con la restauración de balsas temporales en los secanos de Lleida donde habita el triops (Triops cancriformis), la especie animal viva más antigua del planeta.
Y en ese respetar y cuidar que implica la custodia del territorio no nos olvidamos del patrimonio cultural y paisajístico del Mediterráneo, fruto de la labor paciente y cuidadosa de muchas generaciones. Así, en el valle mayor de Bovera, donde producimos el aceite ‘Salvatge’, hemos restaurado muros, aljibes, cabañas, y otros elementos de la arquitectura tradicional de piedra seca: probablemente, uno de los pocos tipos de construcciones humanas que propician la vida. Y así seguiremos, trabajando en común, para darle más espacio a la vida salvaje.